Yo fui visitando
Terreiros, en medio de multitudes que desfilaban, pero sorprendido quedaba, con
aquella visión que en cada uno yo veía invariablemente, en un rincón, pitando de
su pipa, un Pai Preto que tristemente lloraba.
Desde sus ojos mojados, acongojadas lágrimas se escurrían por su faz y no se
porqué las conté... Fueron siete.
Con una urgente curiosidad me aproxime y lo interrogué: Escúcheme Pai
preto, dígale a este hijo: ¿Por que muestra así un dolor tan intenso?
Y Él, con voz muy suave, respondió: ¿Estás viendo esa
multitud que entra y sale? Las lágrimas que has contado son para cada uno de
ellos.
La primera yo se la di a ésos indiferentes que aquí
vienen en busca de distracción, con la curiosidad de ver cosas extrañas,
ridículas, para terminar ironizando todo aquello que sus mentes ofuscadas no
pueden entender...
La segunda fue para esos eternos incrédulos, que creen,
sin creer, siempre a la expectativa de un milagro que los hagan alcanzar aquello
que sus propios sentidos niegan.
La tercera fue para esos que creen, pero con una creencia ciega, esclava de
sus mentes estrechas. Son los que viven eternamente tratándose dolencias,
mal de ojo, envidias, todas inventadas, sin fundamento...
La cuarta se la di a los malos, aquellos que solamente
buscan la Umbanda en busca de venganza, desean siempre perjudicar a sus
semejantes, ellos piensan que nosotros, los Guías, somos vehículos de sus bajas
paciones, y estamos en la obligación de hacer todo lo que nos piden... Pobres
almas, que de las tinieblas no se han de salvar.
¿Vas recordando bien? La quinta lágrima fue directamente
a los fríos y calculadores; no creen, ni descreen: Saben que existe una fuerza,
un poder, y buscan beneficiarse de él de cualquier manera. Cuídese de
ellos, no conocen la palabra gratitud, negarán mañana hasta que conocieron una
casa de Umbanda... Llegan con buenos modales, tienen la sonrisa y el elogio a
flor de labios, son simpáticos, muy simpáticos; pero si mirases bien sus
semblantes, verás escrito en letras claras: Creo en tu Umbanda, en tus Caboclos
y en tu Zambi, pero esto es solamente si me hacen vencer en mi problema, o que
me curasen de esto o de aquello...
La sexta lágrima se la dediqué a los frívolos que andan
de Terreiro, en Terreiro, no creen en nada, buscan nada mas consejos, trabajos y
nunca saben realmente lo que están buscando; sus ojos revelan un interés
diferente, yo se bien lo que ellos buscan.
Y la Séptima hijo, tu
notaste que era grande, pues resbaló pesada. Era la última lagrima aquella que
"vive" en los "ojos" de todos los Pretos Velhos; yo doné ésa, a los vanidosos,
llenos de soberbia, para que ellos laven sus máscaras y todos puedan verlos como
realmente son... ¡Ciegos guías de ciegos! Se andan exhibiendo en su Congal, tal
cual mariposas, en torno de la luz, esa misma LUZ que ellos no consiguen VER,
porque solo visualizan la exteriorización de sus propios egos... Míralos bien;
¿ves como sus fisionomías son turbias y maliciosas? Obsérvalos cuando hablan
adoctrinando, sus voces son hoscas, dicen todo de forma colorida y confusa, en
un lenguaje sin calor, sin contenido, cantando loas a nuestros Guías y
Protectores, se deshacen en consejos y conceptos de caridad, esa misma caridad,
que ellos no practican, aferrados a el confort que les da lo material y la gula
del vil metal. Ellos no tienen convicción ni doctrina de ninguna especie.
¡Así, hijo mío, fue para todos esos, que viste caer, una a
una LAS SIETE LÁGRIMAS DEL PAI PRETO!
Texto traducido del Libro: "Umbanda de Todos Nós".